De la buena compañía, la práctica y el yoga







Celebrar satsang es una práctica común en la relación de maestro y discípulo para estudiar, reflexionar y comprender la filosofía del yoga. La palabra significa “estar en compañía de la verdad” y hacer referencia a la reunión de buscadores o practicantes con su maestro.


El esquema de participación es simple: el maestro reflexiona sobre un tema y los buscadores, si tienen preguntas, exponen sus dudas. Por lo general se incluyen sesiones de meditación y canto que preparan a la mente para lograr un enfoque en el presente, libre de agitación.

Si bien es cierto que el yoga alienta la disciplina de la práctica personal, el practicante debe siempre tener el anhelo de reunirse con su maestro y otros buscadores para recibir enseñanza. La energía que se genera en estas reuniones tiene muchos beneficios. Swami Nityananda explica que al participar en el satsang uno sabe que no está solo en la sadhana y quizás las preguntas y dudas que uno tenga, sean las mismas que otros buscadores tienen.

Además, está la intencionalidad de quienes asisten a estas reuniones. Por lo general, son personas que han decidido dedicar su tiempo a reflexionar e interiorizar sobre las grandes interrogantes que nos aquejan en la vida: ¿Quién soy? ¿Cuál es mi propósito? Cuando nos reunimos con un mismo objetivo, los resultados son favorables.

A mí, en lo particular, me gusta practicar en grupo. La energía de los demás te sostiene, te anima a seguir adelante.  Por eso, siempre veo la práctica de yoga como un espacio de gran transformación, con respecto. Ya sea en un club deportivo o en un áshram construido hace varios cientos de años, el shala de prácticas y la enseñanza siempre debe ser honrados y vistos con amor.

Aquí es importante resaltar que en la práctica del satsang, el enfoque debe estar en seguir y reflexionar sobre las enseñanzas de los maestros. El guru es un intermediario entre la verdad que anhelamos encontrar y el entendimiento de que las respuestas que buscamos ya están en nosotros. Para eso, en caso de no contar con la presencia física del maestro, contempla sus enseñanzas. Y aquí está otro de los beneficios del satsang: Si bien puedes leer libros que recopilan el conocimiento que los yoguis han cultivado durante generaciones, llevar estas reflexiones al shala permite que el yoga se convierta en algo vivo, en algo que se aloja en nosotros y comienza a ser parte de nuestra vida cotidiana.

Si impartes clases de yoga, puedes dedicar tu enseñanza de ásanas (posturas) a uno de los sutras que expone Patañjali en sus Yoga Sutras. No tiene que ser una exposición larga. Si tienes una sesión de 50 minutos, quizás en cinco minutos, en lo que estableces el espacio de atención antes de comenzar, puedes contemplar un concepto como el de Satya (veracidad y honestidad) y recordarlo constantemente durante la práctica: ¿cómo soy honesto con mi cuerpo? ¿En verdad, estoy escuchando mi respiración? ¿Qué entiendo de expresar la veracidad con mi práctica de yoga ásanas?

Hace casi veinte años, celebrábamos la práctica de satsang cada domingo en la casa de una amiga. No era nada fastuoso. Simplemente un grupo de personas nos reunimos para meditar, practicar kirtan (canto devocional) y contemplar las enseñanzas. Cuando salía, me sentía renovado, con claridad mental. Era mi manera de cargar mi propia gasolina emocional y mental para afrontar los desafíos y los estímulos del mundo.

Hoy, estoy convencido de los beneficios de cultivar la buena compañía, de mostrar nuestro respeto por los espacios donde se enseña yoga y de seguir practicando. Así, ¿por qué no incorporar el satsang a tu práctica cotidiana de yoga.

OM OM OM

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